Los profesionales del ámbito social y psicológico defienden que para el éxito del adecuado desarrollo de un menor adoptado podemos hacer referencia a aspectos tan esenciales como el apoyo de la familia, el estilo educativo que se establece en el núcleo familiar, el estilo de vida de los progenitores y los motivos por los que se ha optado por la adopción. Como podemos observar en ningún caso la orientación sexual de los progenitores (ya sean heteros u homos) aparece como factor que va a influir en la felicidad o en el “normal” desarrollo del menor. Obviamente, no vamos a entrar aquí en la ya obsoleta discusión (“discussion”) sobre la necesidad de optar por la institucionalización o no de los menores.
Aun así debemos señalar dos aspectos. Por un lado, que el debate sobre la conveniencia (por no decir permisividad o aprobación) de la adopción por parte de lesbianas y gays continúa abierto, a pesar de las inequívocas conclusiones obtenidas por diferentes estudios, por el empeño de algunos sectores sociales. Confiamos en que en breve este empeño caiga en saco roto como ya ocurrió en su momento con las familias monoparentales. En definitiva y utilizando aquello del anuncio de refrescos: “¿Y te puedo hacer yo otra pregunta? Si pudieras elegir a tu familia, ¿nos elegirías?”.
Por otro lado, aunque el hecho en sí de formar parte de una familia en la que los progenitores son una pareja de gays o de lesbianas no supone una dificultad en sí en el desarrollo, determinados convencionalismos sociales y ciertas actitudes que les acompañan pueden acabar generando malestar emocional, estrés, ansiedad y otras dificultades personales y sociales en el núcleo familiar. Tenemos que aceptar que, en la sociedad actual, las reticencias existen y que en el desarrollo del menor adoptado por una familia homoparental los problemas aparecerán. Pero nos los encontraremos no por la homosexualidad de sus progenitores, sino por las trabas, comentarios y estereotipos a los que tanto los padres o madres y los menores tendrán que hacer frente. .
Todo cambio social requiere de ajustes. En este sentido, la sociedad debe adaptarse a los nuevos modelos de familia y durante esta adaptación el asesoramiento profesional debe asumirse con naturalidad. No solamente las consultas jurídicas y burocráticas sobre el proceso de adopción, sino también la terapia psicológica debemos entenderla como un recurso más en la normalización de las familias monoparentales. Facilitar tanto a los padres/madres como a los hijos aquellas herramientas para afrontar situaciones en la escuela o en el parque cuando salimos a pasear por nuestro barrio o asumir miradas o cuchicheos puede ser más llevadero si contamos con la colaboración de profesional LGTB que nos ayude a dar a nuestros hijos respuestas como las del anuncio de refresco.