Corre el año 1981 en un lugar no especificado del norte de Italia. Elio, el joven protagonista, conoce a Oliver, el nuevo asistente de su padre que va a vivir con su familia durante los meses de verano.
Después de diversos juegos de acercamiento y alejamiento son capaces al fin de reconocer el deseo y la pasión que se ha ido forjando entre ellos.
El marco es perfecto. Un crisol europeo en el que inglés, francés, alemán e italiano se hablan con perfecta fluidez. Una villa hermosa y decadente que representa a una Europa que aún no ha dicho la última palabra.
La película es hermosa porque cuenta con todos los ingredientes que dignifican el séptimo arte: buenas interpretaciones, dirección, guion, fotografía… Pero sobre todo por el acercamiento que hace a las emociones de los personajes.
La narración es notoria porque presenta tres visiones de la homosexualidad muy diferentes. Tres formas de vivir y sentir el propio deseo.
El padre de Elio es la mayor sorpresa de la película. Me recuerda a otro artículo que escribí en noviembre en el que repasaba la experiencia de aquellas personas que no tuvieron la ocasión de vivir su sexualidad en la juventud debido a la represión en la que pasaron sus primeros años. Este personaje es el perfecto ejemplo de todo aquello. Su reflexión final es conmovedora y de una profunda melancolía. Muestra además, en contra del estereotipo del homosexual reprimido, una enorme generosidad y grandeza de espíritu para con Elio y Oliver.
Oliver, por su parte, es el personaje más trágico. Él ha vivido con Elio el amor y la expresión “libre ” de su deseo. Sin embargo, no puede sostener la presión de su propia libertad y, alejado de Italia, de vuelta a su casa, es incapaz de asumirse y de respetarse lo suficiente. Es el más trágico porque pudo disfrutar de la felicidad pero, presa de su cobardía, eligió la castración.
Finalmente Elio, representa el deseo adolescente, con la suerte de haber nacido en un ambiente propicio para su expresión. Es la esperanza, el que tiene, al fin, ocasión de ser fiel a sí mismo y de no perder su vida en el camino de la autonegación.
En la actualidad podemos ver muchos padres de Elio. A ellos hay que decirles “nunca es demasiado tarde ”.
También vemos un buen número de Oliver a los que hay que animar y acompañar para que alcancen la verdadera aceptación y puedan realizarse viviendo libremente.
Pero mientras tanto no debemos nunca dejar de luchar hasta que lleguemos a ver un mundo en el que todos podamos ser Elio.