Desde que el mundo es mundo, han existido prácticas, expresiones, afectos, orientaciones, identidades.. que escapan de lo que se entiende como heteronormatividad y binarismo; pero su categorización, la creación de los términos: heterosexual y homosexual fue resultado de una clasificación médica y de la construcción de una “normalidad” y una “anormalidad” que penaliza, de algún modo, lo diverso.
Mantener o no una relación afectiva es una elección personal, sin embargo, por un lado, la pareja (con o sin marco jurídico) se ha establecido en nuestra cultura como eje central de la organización de nuestras comunidades. Y por otro lado, nuestro entorno familiar, cultural y social, desde nuestra más tierna infancia, nos insta a “echarnos pareja” (con mensajes implícitos de: media naranja, el amor todo lo puede y el amor duele).
María y Rita son pareja desde hace tres años, María, se siente y se identifica como mujer lesbiana y Rita se siente lesbiana pero no entiende la necesidad de visibilizarlo, por ello no le ha dicho aún a su entorno que María es su pareja y la presenta como una amiga. Jorge y Pablo llevan juntos dos años, Jorge es abiertamente gay y Pablo no se considera gay; pero se ha enamorado de Jorge aunque le molesta todo lo “muy gay”. Alba y Celia son novias desde que eran adolescentes, llevan hablando de convivir y tener un hijx desde hace un par de años, no lo harán hasta que Alba no salga del armario con su familia, momento que nunca llega. María está cansada de ser la amiga pesada y Rita se estresa cuando María le dice que la presente como su novia. A Pablo le molesta que los demás piensen que es gay y a Jorge le incomoda que Pablo le pida que disimule su pluma. Celia tiene miedo de que no puedan ser madres porque se hagan mayores y a Alba le aterra que Celia la deje porque no avanzan por su bloqueo.
La disparidad homofóbica se produce cuando cada miembro de la pareja está en un lugar distinto del proceso de autoaceptación y/o uno de los dos tiene homofobia interiorizada. La forma en la que cada uno vivimos nuestra homosexualidad repercute en nuestras relaciones. La dificultad para asumir, aceptar o visibilizar nuestra orientación afectivosexual puede originarnos distorsiones cognitivas respecto a la propia y ajena homosexualidad y convertir nuestra vida como LGB en una tarea casi insoportable.
Las relaciones de pareja que mantenemos dicen mucho de nosotros mismos, de nuestras inseguridades, vulnerabilidades y miedos. Integrar una parte de uno mismo que es negativa socialmente supone un largo proceso y estar en pareja es una señal clara y concluyente de que esa parte es real y esto nos puede hacer sentir vértigo. Vivir con miedo, vergüenza, ansiedad, evitando o negando todo lo relacionado con mi orientación, incluso a mi pareja, está comprobado que solo genera malestar. Cada uno es libre de establecer qué desea y qué no desea en una relación, siempre y cuando, eso sí, no hagamos daño a nadie con nuestras conductas. Y no permitir manifestaciones públicas de afecto, ocultar, no dar su lugar, hacer que se haga pasar por un amigo, no dejar que se exprese tal y como es, evitar proyectarse, no avanzar… hace daño. Así que si queremos estar en pareja nos tocará saltar. La caída quizás sea complicada; pero hay una certeza en ella, el bienestar. Está más que comprobado que si lo que siento, pienso, hago y digo es congruente conmigo mismo y con mi forma de vivir me sentiré bien.
No hay nada que enganche más a una relación que la promesa de cambio y con ello la promesa de felicidad. La evolución de la pareja conlleva implícita y explícitamente la validación externa de dicha relación. Si mi pareja no me permite, en según qué contextos, comportarme como su novix, manifestar muestras de afecto, exteriorizar mi orientación, proyectarnos en el futuro… y constantemente me expresa que no es necesario o que ya lo haremos cuando pase H o B, sentiré malestar. Puede incluso, que brote en mi cabeza el temido rechazo al que me enfrente y dejé atrás en mi proceso de autoaceptación, haciendo que me replantee visibilizarme o no como LGB. No olvides que cada vez que nos hacemos visibles, “normalizamos” la diversidad (sea lo que sea lo normal) y nos convertimos en referentes para aquellos que tienen dificultades con ello.
El objetivo de mantener vínculos afectivos es el de sentirnos bien. Una relación sana supone aceptación, para compartir lo que somos con la otra persona.
Ana Adán Psicóloga- Sexóloga