Son múltiples los motivos que, como pareja, nos pueden llevar a solicitar ayuda a un profesional LGTB. Sabemos que los temas relacionados con la sexualidad son los mayoritarios, especialmente, aquellos que consideramos relacionados con nuestro desempeño sexual. A pesar de esto, son muchas las situaciones en las que, detrás de ese demanda “sexual”, encontramos grandes ausencias comunicativas entre los miembros de la pareja.
No podemos evitar los conflictos en la pareja, forman parte de su ciclo de vida. Una pareja en la que los conflictos no hicieran su aparición en determinados momentos sería irreal y demasiado romántica (¿cuándo olvidaremos aquello de fueron felices…?). Al igual que ocurre con nuestros problemas con la familia o con los amigos, los conflictos de pareja forman parte de la rutina saludable de la pareja. Lo “insaludable” es cuando esos conflictos no se manifiestan, cuando me evado, actúo en silencio o me alejo de mi pareja. El verdadero problema surge cuando la comunicación entre los dos se ausenta.
En ocasiones, cuando una pareja acude a terapia, descubre que esta ausencia no es algo nuevo, sino que se trata de una manera de actuar que les acompaña desde los inicios de la relación, cuando se establecieron determinadas dinámicas, en demasiadas ocasiones, sin ser conscientes de ello. Fruto de esa dinámica, observamos una comunicación superficial, muchas veces agresiva, en la que “si mi novio me quisiera tendría que saber lo que necesito”.
Una vez iniciadas las sesiones de terapia, son demasiadas las ocasiones en las que al escarbar en la dinámica de la pareja se saca a relucir que el conflicto vive amagado, encubierto, por la falta de comunicación. Aspectos tan esenciales para el sano funcionamiento de la pareja, como por ejemplo, qué le gusta al otro en el sexo o cuándo le he dicho a mi pareja lo que me gusta hacer y que me hagan, pasan totalmente desapercibidos durante años. De esta manera se entra en círculo en el que nuestra rutina como pareja se hace aún más rutinaria al aparecer ideas y pensamientos del tipo “siempre hacemos lo mismo, me aburre…”.
Además, establecer un diálogo espontáneo, cómodo y natural nos ayuda a cada uno a empatizar con el otro, nos anima a comprender su situación, sus alegrías, sus nervios o sus desesperaciones. En definitiva, ese diálogo nos facilita entendernos de manera mutua, abordando las situaciones difíciles de manera clara, rebajando las tensiones que puedan aparecer y evitando el conflicto. Eso sí, un diálogo que no por espontánea ha de dejar de lado el respeto tanto en la forma como en el contenido. Para ello, es esencial acompañar lo verbal de lo no verbal.
Pero la comunicación en pareja no es única en la palabra, no comunicamos solamente verbalmente. Especialmente, la comunicación sexual es la forma más íntima y cercana de comunicarnos. Con una caricia, un gesto o una mirada podemos decirnos durante la relación sexual cómo nos sentimos, qué es lo que queremos o cuánto nos queremos.
En definitiva, descubrir que existe una falta de comunicación en la pareja nos será de utilidad para poner en marcha el aprendizaje y desarrollo de aquellas habilidades de las que carecemos para “hablarnos”, “sentirnos”, “comprendernos” y “amarnos” como pareja.