¡La Sexualidad lo abarca todo!
Repite conmigo: “¡TO-DO!”. Y es que por más que se haga hincapié en este aspecto, hay personas a las que aún no les queda del todo claro. Pero, tranquilos, no es culpa de nadie en concreto (quizá de nadie en particular, pero sí de todos en conjunto, como sociedad). La verdad es que mucha gente sigue asociando la Sexualidad con la genitalidad (versión muy, pero que muy reduccionista), con el coitocentrismo (todavía más), con la heteronormatividad (seguimos con reduccionismos), y con otro sinfín de ideas y sinonimias erróneas.
A quien me esté leyendo tengo que contarle un secreto: todos somos seres sexuados. Todos. Desde un neonato, pasando por un crío que va a la guardería, continuando con personas diversas (sexuales, funcionales, cognitivas) y terminando por personas ancianas o en sus últimos retales de vida. No hay nadie que no esté sexuado, ya que la sexuación es el proceso por el que nos construimos como mujeres o como hombres. La sexualidad, por tanto, es un concepto que parte del anterior, y se refiere más a la vivencia subjetiva que cada uno tiene de vivir el hecho de ser sexuado. Sería, de tal manera, cómo nos vemos, sentimos y vivimos. La erótica, por último, sería la forma de expresar todo lo que se ha mencionado anteriormente, que podría ser mediante gestos (más conductuales) o mediante, por ejemplo, deseos y fantasías (más cognitivos). Pista: ¡gestos y deseos no tienen por qué coincidir!, ¿ves cómo todo es más complejo de lo que parece?.
Por tanto, puesto que todos somos seres sexuados, ¡todos tenemos sexualidad y erótica! Éstas pueden expresarse de infinitas formas: gustándonos más un género que otro, vistiéndonos con chándal o maquillándonos más que nadie, poniéndonos lencería roja el día de Nochebuena, aprovechando las copas de más para vivir una noche de pasión, utilizando estas fechas señaladas para reconciliarnos con nuestro ex, teniendo fantasías eróticas con Mamá Noel, no invitando a nuestra pareja a celebrar año nuevo a casa porque es del mismo sexo y género que yo, prohibiéndole a mi hijo pedirse para Reyes magos la nueva muñeca Barbie… ¿vas entendiendo ya que lo abarca todo y, por ende y bajo ciertas peculiaridades, también al periodo navideño?.
La Navidad y sus peculiaridades
Diversos artículos científicos han señalado a la época navideña como uno de los periodos del año en que se mantienen más encuentros sexuales. A decir verdad, es bien sabido que en estas fechas todas y todos anhelamos el contacto y la cercanía de personas con las que nos sentimos vinculados. En estos días nos damos el placer, nunca mejor dicho, de acercarnos más al otro, abriéndose un canal afectivo que quizá permanecía cerrado durante el resto del año. Por otro lado, y puesto que la sexualidad tiene una estrecha vinculación con el estado de ánimo (por ejemplo, en etapas de depresión, el deseo sexual se ve aminorado notablemente), es más que evidente que bajo el influjo de esta vorágine de amor, alegría y buenos deseos nos veamos involucrados en vivencias sexuales mucho más ricas.
Por otro lado, puesto que la Navidad es una época del año en la que pecamos de consumismo, podría ser –y de hecho es- un periodo en el que podemos aprovechar para elegir regalos que estimulen la vida erótica de las personas que queremos. No es infrecuente que, bajo la típica estrategia humorística, elijamos comprar productos tan placenteros y útiles como vibradores, esposas, fundas y anillos para pene, bolas chinas, aceites y demás. ¡Todo esto suena muy divertido!.
Evidentemente, no es oro todo lo que reluce. La Navidad, pese a su colorida y llamativa popularidad, puede ser un caramelo envenenado en lo que a sexualidad se refiere. Muchos padres andan por estas fechas preocupados por los regalos que tienen que hacer y, casi sin quererlo, caen en el pozo de los estereotipos. Hablamos de los típicos e interminables catálogos de juguetes que, todavía (sí… todavía), siguen promocionando juguetes de una forma sexista. En la sección azul, los camiones y superhéroes para el “machote” de la casa. En la sección rosa, cómo no, muñecas y cocinitas para nuestra “princesita”. Vuelve a repetir conmigo: ¡los juguetes no tienen género! Si Juan quiere pedirse por Navidad un kit de manicura, porque con eso va a ser feliz, y tú puedes permitirte comprárselo… hazlo sin miramientos.
Por último, sin lugar a dudas, un aspecto que cobra especial importancia en esta época es la vivencia de la propia homosexualidad. Y es que las personas homosexuales podemos sentirnos terroríficamente solas en Navidad, periodo que, aunque siempre repleto de gente, consigue invisibilizarnos como colectivo más que nunca. ¿Quién no conoce a parejas que no pueden pasar días señalados juntos, como los que ahora se suceden, por miedo a la exposición de la propia orientación sexual al resto de familiares? Esto es cuanto menos preocupante, ya que nos coloca en un plano de inferioridad respecto a parejas heterosexuales, que por supuesto hacen gala de cuánto se quieren frente a la abuela de él y al portal de Belén de ella. Parece ser que aún tenemos muy instaurada la idea de que las parejas homosexuales rompen la armonía familiar en estas fechas. Idea errónea, cómo no.
Está claro que esta autocensura, fruto de la homofobia interiorizada que a veces poseemos, sufrida por muchas parejas cada año, puede tener repercusiones nefastas en la salud mental de la persona, así como en la calidad de vida personal y de pareja. Pero… ¡estamos de suerte! Podemos luchar por ser más visibles y conseguir lograr estar lo suficientemente empoderados como para plantarnos en la casa de nuestra pareja durante la cena de Nochevieja sin que se nos caiga el mundo encima.
¿Y tú?, ¿cómo vives tu diversidad sexual en estas situaciones familiares? Recuerda que si piensas que aún te queda camino por recorrer en el largo proceso de conocerte, aceptarte y quererte, en Tuyo psicólogos podemos ayudarte.