La tercera ley de Newton o principio de acción y reacción establece que cuando dos cuerpos interaccionan aparecen fuerzas iguales y de sentidos opuestos en cada uno de ellos.
Esas dos fuerzas se dan desde el momento en el que conocemos a alguien. Una se dirige hacia el amor y la otra a la huida del mismo y es cuando aparece la cuestión que nos ocupa: sin encontrar todavía con quien chocar, ya nos unimos a la inercia de la huida o, lo que es lo mismo, ponemos la tirita antes que la herida, así evitamos sufrir si sale mal.
“Prefiero no tener una relación, no quiero involucrarme con alguien, así no sufro”
¿Hay alguien por aquí que no lo haya pensado en alguna ocasión?
Créeme, enamorarse es toda una experiencia, fácil o difícil, según la experiencia de cada persona y la dirección que haya tomado.
En el colectivo LGTBI, a esta experiencia se le unen distintos estereotipos, la vivencia de la sexualidad, etc. Esto lleva a que cada vez más personas sean reticentes a establecer conexión, un vínculo personal o a profundizar en una relación amorosa. Se reprimen las emociones, se lucha contra ellas y, de esta forma, se impide que crezcan.
En una consulta psicológica y tras una evaluación, los profesionales buscamos llegar al origen y suele repetirse: continuo recuerdo de una relación pasada y no superada satisfactoriamente y, por supuesto, miedo al rechazo.
Ya sea por una experiencia pasada o por autopercepción, acabamos viendo que sufriremos en el futuro y, estaremos de acuerdo todos: eso no lo sabe nadie.
Cuando la persona no logra avanzar o haya llegado a desarrollar una filofobia, verá muy afectada su vida cotidiana, la recomendación es acudir a terapia psicológica para, con ayuda profesional, poder resolver satisfactoriamente el problema.
Es complicado y doloroso amar a una persona con filofobia ya que el vínculo supone para ella una enorme amenaza de que solo quiere huir.
Los pacientes con filofobia suelen mantener relaciones más impersonales e intentan evitar todo tipo de compromiso lo cual implica mantener, en ocasiones, relaciones simultáneas, pero de poca inversión emocional, así no llegan a sentirse implicadas ni abandonadas. Finalmente, acaban sintiendo un gran malestar ya que, en realidad, quieren estar con una sola pareja, tener una relación.
Para abordar este conflicto emocional lo principal es que se permitan exponer la realidad. Todo empieza por aceptar que en uno mismo existen limitaciones emocionales y mostrarse dispuesto/a y con fuerza para afrontarlas. Esto no significa eliminar el miedo de la ecuación, sino que hay que armarse de valor para enfrentarse a él.
Lo más importante es siempre expresar lo que uno siente, reduciendo así las tensiones y buscando sensación de relajación.
Es una experiencia nueva y, como todo, al principio puede costar así que, algo que solemos recomendar, es el ir escribiendo a modo de comunicación y reflexión con uno mismo sobre lo que está sucediendo. Es una forma de tomar conciencia sobre la situación para poder autogestionarla.
La comunicación es básica en toda relación por lo que el objetivo no es solo que la persona pueda expresar sus miedos y sus sensaciones a los demás, sino, sobre todo, que pueda hacerlo a su pareja.
Hacer partícipe a la pareja de nuestros miedos ayudará a un mayor entendimiento ante las acciones y reacciones que aparezcan y la tensión emocional se reducirá.
La meta es vivir día a día la nueva relación, trabajando para dejar atrás las historias pasadas y las expectativas futuras.
Paula Pérez – Psicóloga