La consulta es un espacio de seguridad en el que los pacientes te cuentan todo aquello de su mundo interno que muchas veces no traspasa la autocensura y no lo comparten con el mundo externo. Cuando ves que determinados temas se repiten entre los pacientes, intuyes que es un buen reflejo de lo que puede estar pasando de forma más generalizada fuera de estas cuatro paredes.
Uno de estos temas gira en torno a la hipersexualidad, término que implica el aumento significativo de la conducta sexual en cualquiera de sus múltiples facetas: consumo de pornografía, masturbación, coito, pensamientos sexuales, deseo sexual, fetichismos o parafilias, etc… ¿Supone esto un problema o considerarlo un problema es patologizar algo normal?.
La hipersexualidad puede deberse a muchos factores, como épocas de aumento de la líbido, cambios vitales que liberan una sexualidad reprimida, efectos secundarios de algunos medicamentos, síntomas de algún trastorno neurológico mental… Solo se considera un problema cuando por exceso de frecuencia, intensidad y/o duración, la hipersexualidad interfiere significativamente en nuestra vida creando malestar en otras áreas como familiar, laboral, de ocio, la salud…
Causas Psicológicas
Cuando no hay una causa orgánica detrás de este aumento de la conducta sexual, cabe preguntarse qué función está desempeñando este despertar sexual en nuestra vida; se considera que la hipersexualidad como comportamiento patológico puede interpretarse como una conducta impulsiva, compulsiva, adictiva o aprendida. ¿Cuál sería la diferencia en cada caso?.
Cuando la conducta sexual es impulsiva, ésta se produce por un aumento de la activación que produce que se actúe en respuesta directa a los estímulos, sin mediación cognitiva. Serían un ejemplo de conducta sexual impulsiva esas ocasiones en las que tras finalizar el acto sexual, la persona se plantea “¡qué he hecho!”, bien por lo inapropiado de la relación (me viene a la mente: la pareja de tu mejor amig@), bien por el riesgo asumido (sexo sin condón por ejemplo) o bien por lo inesperado del momento.
Cuando la conducta sexual es compulsiva, la función que cumple es la de disminuir la tensión que siente la persona, como una forma de afrontamiento de la ansiedad. Esta función opera como respuesta a una obsesión por el sexo, es decir, como una forma de afrontar la ansiedad asociada a tener muchos y recurrentes pensamientos sexuales o con temas relacionados con el sexo y la excitación, creándose rituales de búsqueda de satisfacción de esa energía acumulada en torno al sexo no resuelta.
En el caso de la conducta sexual adictiva, el sexo en cualquiera de sus formas produciría una sensación de placer parecida al consumo de sustancias, poniéndose en marcha mecanismos cerebrales de recompensa similares. De la misma forma, la persona cada vez necesitaría dar un paso más en su conducta sexual para que ésta le resulte satisfactoria ya que terminaría acostumbrándose a un cierto nivel de placer: cada vez necesitaría más sexo o más variedad sexual para lograr los mismos efectos (tolerancia). Con el tiempo, cada vez necesitaría realizar la conducta sexual con más frecuencia debido al malestar asociado al no consumo (abstinencia), como una energía interna que necesita canalizar y sacar fuera. Acabaría pareciéndose al comportamiento compulsivo con la particularidad de focalizarse más en la búsqueda de placer más que en el alivio de la tensión no resuelta.
Por último, el comportamiento aprendido sería algo transversal al resto de conductas, en base a la historia de aprendizaje de cada persona y siendo difícil categorizar la conducta en una sola tipología. Es la más habitual de todas, y responde a funciones muy diversas: una persona que aprende a utilizar el sexo como vehículo para vincularse con otros tenderá a usar el sexo como una forma para sentirse querido; una persona que carece de un proyecto vital que le motive puede sexualizar su vida para conseguir sentirse menos vacío; una persona que tiene una herida profunda en su orgullo puede aprender a sentirse de nuevo más dominante a través del sexo; una persona con baja autoestima puede aprovecharse del sexo como una forma para sentirse atractiva. Y así un largo etcétera.
Conocer cuál es el origen y cuál es la función que cumple la conducta hipersexual determina en gran medida cuál es la mejor forma de orientar la intervención en consulta. ¿Sientes que no puedes controlar tus conductas sexuales? ¿Crees que dedicas más tiempo y esfuerzo del que te gustaría al sexo? ¿Te genera malestar la frecuencia, intensidad o duración de tus conductas sexuales? ¿El sexo es lo único que calma el estrés de tu vida cotidiana? En definitiva, ¿está interfiriendo el exceso de sexo en tu bienestar? Si la respuesta a alguna de estas respuestas es afirmativa, tranquilo, en consulta podemos ayudarte.