Recuerdo que tenía yo dieciséis años cuando iba caminando por la calle, solo y escuchando música con mis auriculares. Me detuve al ver el rojo del semáforo antes de cruzar una carretera que conducía a casa cuando pasó un coche repleto de chicos, un poco más mayores que yo. Las ventanillas estaban bajadas y todos comenzaron a señalarme, riéndose de mí. De todo el espectáculo de insultos sólo recuerdo que me llamaron, a gritos, “maricón”. Yo a esa edad aún no tenía ni siquiera interiorizada mi orientación del deseo ni mis preferencias sexuales. Corrí a casa llorando, deseoso de llamar a mi mejor amiga para contarle lo sucedido entre lágrimas. Fue traumático.
La reapropiación o el hacer gala del insulto
Si estás leyendo esto probablemente pertenezcas a una minoría social, o de seguro conocerás personas que pertenezcan a alguna. Por pertenecer a una minoría me refiero a ser del colectivo LGTBIQ+, ser prostituta, provenir de un país lejano, tener algún tipo de diversidad funcional y un larguísimo etcétera. Las personas pertenecientes a una, entre las cuales me incluyo, podemos barajar el asunto desde una óptica negativa y, por qué no, también desde una bastante más positiva, y de la que rara vez somos conscientes.
En primer lugar, a pesar de que vivimos en un contexto tolerante y rico en cuanto a diversidad, tenemos que cargar con los estereotipos, prejuicios y discriminación de muchas personas, que se hacen considerar “normativas”. Este estigma, cuando se refiere al subgrupo de hombres gais dentro de la comunidad LGTBIQ+, recibe el archiconocido nombre de homofobia. Y es precisamente “maricón” el insulto que más resuena entre este colectivo homofóbico, siendo también un insulto común hacia hombres que, a pesar de no ser homosexuales, emiten algún comportamiento “afeminado”. ¿A qué hombre gay no le han llamado nunca “maricón” o algún derivado de dicha palabra?.
Por otro lado, no todo es tan desalentador, ¡queda espacio para el optimismo! La comunidad gay en concreto contamos con una serie de recursos de los que carece la población en general, entre los que se encuentra el ser tan ingeniosos como para “abrazar” y hacer nuestras ciertas expresiones que tienen intención peyorativa. Hemos convertido el insulto en fortaleza, insulto con el que reafirmamos nuestra sexualidad y la pertenencia a la minoría social de la que somos parte.
Si consultamos algún diccionario etimológico, nos dirá de “maricón” lo que sigue: “esta palabra fue utilizada durante muchos años, en sentido vejatorio, para designar a personas con tendencia homosexual. Proviene de la tradición española de denominar a las Marías como maricas. A los hombres que llevaban por nombre María se les decía maricos. Con el paso del tiempo la palabra se degeneró y pasó a ser utilizada para designar a hombres con rasgos femeninos, llamándolos maricón”. Otras fuentes afirman que “el término marica surge en los siglos XVI y XVII para designar a la muñeca de trapo que se maneja con hilos, e incluso al títere en general, por lo que marica significa marioneta”.
El actual diccionario de la Real Academia Española define “maricón” como: 1. adj. despect. malson. marica. U. m. c. s. m. U. t. c. insulto. Pues no, R.A.E., ya no es tan malsonante como antes porque somos dueños de la palabra.
Ante la homofobia no hay que bajar la guardia
Aunque las minorías estemos apropiándonos de insultos a modo de reivindicación política, no hay que olvidar que la homofobia existe, es transversal y podemos sufrirla en algún momento de nuestro recorrido vital. Siempre debe valorarse la intencionalidad con la que se emite el insulto, así como el contexto en el que se arroja el mismo. La curiosa estrategia de llevar por bandera los términos es un buen comienzo para bloquear ataques homófobos, pero no debe olvidarse que éstos son denunciables y que contamos con una legislación que nos respalda.
Si hoy volviese a encontrarme a aquel grupo de homófobos cuando intentaba cruzar el semáforo camino a casa, os juro que lo último que haría sería ir a casa a desahogarme llorando. Probablemente esbozaría una sonrisa y pensaría que qué ingenuos pueden llegar a ser algunos pensando que me hieren, cuando en realidad lo que hacen es fortalecerme.
Es posible que aún te quede mucho camino de auto-aceptación por recorrer. Si te cuesta superar ciertos prejuicios y quieres reafirmarte como individuo, no lo dudes, en Tu yo psicólogos podemos ayudarte. Recuérdalo.
Si como colectivo hemos conseguido la reapropiación de insultos como “maricón”, ¿hay algo que no podamos conseguir?
Foto de portada: “Hay que ser hombre”, de Jesús Colmenero Higueras (@lolosoy).