Ahora que en las delegaciones de Castellón y Valencia se acercan fiestas como la Magdalena y las fallas, es buen momento para recordar el impacto que los cantos LGTBIfóbico en este tipo de fiestas populares tienen en nuestro colectivo.
Las fiestas populares son escenarios de celebración y encuentro, donde personas de diversas orientaciones sexuales e identidades de género se reúnen para disfrutar de la música, la cultura y las relaciones sociales. Sin embargo, lamentablemente, también han sido testigos de manifestaciones de LGTBIfobia, en forma de cantos discriminatorios y excluyentes.
Estos cantos, cargados de prejuicios y estereotipos, perpetúan la discriminación hacia el colectivo LGTBIQ+. Ya sea en letras de canciones populares adaptadas con contenido homofóbico, insultos hacia personas queer o burlas hacia su identidad, estos actos no solo hieren profundamente a quienes son blanco de ellos, sino que también contribuyen a crear un ambiente hostil y poco inclusivo. También dan lugar a que el colectivo se invisibilice fruto de la vergüenza al escuchar dichos cánticos y para no convertirse en objetivo de ellos.
Es crucial reconocer que la LGTBIfobia no solo se manifiesta a través de la violencia física o verbal directa, sino también en formas más sutiles, como estos cantos que, aunque puedan parecer inofensivos para algunos, tienen un impacto significativo en el colectivo LGTBIQ+ al reforzar estigmas y generar un clima de exclusión.
Para abordar este problema, es fundamental promover la educación en diversidad sexual y de género en todos los ámbitos de la sociedad, incluyendo las celebraciones populares. Además, es necesario fomentar el respeto mutuo y la empatía, así como establecer políticas y medidas concretas que condenen y sancionen cualquier forma de LGTBIfobia.
En resumen, este tipo de cánticos son un recordatorio de que aún queda mucho trabajo por hacer en la lucha por la igualdad y la inclusión de todas las personas, independientemente de su orientación sexual o identidad de género. Es importante tener tolerancia cero ante estas actitudes y, si es posible, cortarlas de raíz en cuanto se produzcan. No permitirlo y afearlo es un ejercicio de empoderamiento.