Vivimos un momento en el que se habla bastante (y con mucha razón) de la violencia de género. Como sabemos bien, la violencia de género es una de las expresiones más evidentes del machismo que impregna la sociedad. En respuesta a esta problemática que afectaba a tantas mujeres se aprobó el 28 de diciembre de 2004 la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Desde entonces, ha habido grandes aunque insuficientes avances en cuanto a conciencia y sensibilidad social ante este problema. Aún y a pesar de todo, muere un gran número de mujeres al año, por este motivo se está planteando la creación de una nueva ley con medidas actualizadas.
Sin embargo, existe un tema que quedó al margen de la ley en 2004 y amenaza con volver a ser ignorado. La violencia intragénero, es decir, la violencia que se da entre miembros de parejas homosexuales.
Es posible que la ley de violencia de Género no sea el lugar adecuado para recoger estas realidades. En ese caso será preciso elaborar un nuevo texto legal específico porque la realidad es que la necesidad existe y está bien presente.
COGAM, organización de defensa del colectivo LGTB+ radicada en Madrid, llevó a cabo un estudio a partir de la encuesta de 900 personas voluntarias: los resultados son clarísimos. El 60% asegura conocer a alguien que ha sufrido violencia intragénero. Un 30% reconoce haberla ejercido.
Esto es algo que he podido corroborar dentro de mi labor como psicólogo especializado en población LGTB+. Con cierta frecuencia, los pacientes cuentan episodios de violencia vividos dentro de la pareja. El relato de este tipo de episodios suele ir acompañado de grandes dosis de vergüenza, culpa y muy poca conciencia de lo sucedido. Raramente se refieren a ello como una agresión o como un maltrato o se contemplan como víctimas de su pareja.
Esto es debido a que el modelo en torno al cual funcionamos es el modelo heterosexual y de esa forma hemos interiorizado que el maltrato es solo posible entre un hombre y una mujer.
Esto no es cierto. Igual que hemos asimilado las cosas positivas que antes concedíamos tan solo a las parejas heterosexuales (matrimonio, hijos, expresiones de afecto en público…) tenemos que aceptar la contraparte oscura, dónde destaca, entre otras cosas, el maltrato.
Es fundamental desterrar la idea de que como ambos somos hombres o mujeres el maltrato no es tal porque “te pudiste defender”. Sigue siendo maltrato y va acompañado de las mismas secuelas físicas y psicológicas que cualquier otra relación de violencia y dominación.
Por supuesto, el maltrato psicológico vuelve a ser el más difícil de aceptar por la víctima y el entorno como maltrato, pero las secuelas son terribles y sólo tras un proceso de reconstrucción y de autocuidado es posible reparar los daños.
Violencia intragénero es maltrato
Si crees que estás sufriendo maltrato físico o psicológico, cuéntalo, busca ayuda profesional y llegado el caso no dudes en denunciarlo. Y no permitas que nadie le quite importancia por ser un caso de maltrato intragénero. Si te sucede esto con algún profesional es que no es el profesional adecuado. Busca a alguien que tenga formación en género y en el colectivo LGTB+.
Y cuídate.